Un fósil marino de 465 millones de años en el Parque Nacional de Cabañeros
El Parque Nacional de Cabañeros ha sido el escenario de un sorprendente hallazgo científico, un fósil marino de 465 millones de años de antigüedad único en el mundo.
El estudio de decenas de fragmentos de este raro fósil, obtenidos en dos puntos de Cabañeros, ha servido para caracterizar un nuevo género y especie de un cefalópodo fósil que vivió hace 465 millones de años en lo que fueron las plataformas marinas que rodeaban el desaparecido continente de Gondwana.
Los científicos han nombrado al nuevo fósil como Cabaneroceras aznari, aludiendo al lugar del descubrimiento (Cabaneroceras: “el cefalópodo de Cabañeros”) y en homenaje al Alejandro Aznar, propietario de la finca en la que se localiza el yacimiento paleontológico principal, en Horcajo de los Montes (Ciudad Real).
El descubrimiento forma parte de un proyecto de investigación liderado por el paleontólogo Juan Carlos Gutiérrez Marco, del Instituto de Geociencias (centro mixto del CSIC y la Universidad Complutense), y se ha publicado en la revista estadounidense Journal of Paleontology.
Este hallazgo se produjo, en principio, de manera fortuita en una región ampliamente estudiada desde mediados del siglo XIX, “donde era poco probable que aparecieran cosas nunca vistas hasta ahora”, apunta Gutiérrez Marco, y continúa: “Por eso resultó muy extraño encontrar los dos primeros restos, que no sabíamos a qué pertenecían por no haber sido descritos nunca ni en el suroeste de Europa ni en el norte de África, Arabia o cualquier otro lugar situado al borde del paleocontinente de Gondwana”.
Fueron necesarias otras tres campañas más, en otros tantos años consecutivos, para seguir encontrando decenas de restos y, sobre todo, para fijar el horizonte geológico de procedencia de los fósiles.
Los fósiles son estructuras cilindro-cónicas de unos 20-24 cm de longitud y un diámetro máximo de 8 cm. Externamente presentan una fina estriación longitudinal y suaves constricciones transversas oblicuas al eje antero-posterior, e internamente poseen laminillas alargadas con orientación radial en corte transversal.
El posterior estudio paleontológico demostró que los fósiles corresponden al sifón de un extraño cefalópodo de concha levemente arqueada, del que no se han conservado la concha ni los tabiques internos, aunque sí el sifón por contener depósitos endosifonales o internos. Se estima, de acuerdo con las dimensiones de estos fragmentos sifonales recuperados, que la concha de Cabaneroceras podría haber alcanzado una longitud de hasta un metro.
Estos depósitos del sifón, explica Gutiérrez Marco, “eran originalmente porosos y de naturaleza calcárea, pero tras la muerte del animal y el enterramiento de la concha, fueron intensamente colonizados por bacterias, lo que provocó una precipitación masiva de sulfuros de hierro. Por esta razón, los fósiles aparecen moldeados en óxidos u oxihidróxidos de hierro (limonita), lo que los hace especialmente pesados”.
El mayor interés científico del hallazgo reside en el hecho de que Cabaneroceras pertenece al extraño grupo de los intejocéridos, unos cefalópodos a los que se creía restringidos a latitudes paleotropicales durante el periodo Ordovícico, y que hasta ahora eran exclusivos de Siberia y Norteamérica. Estos fósiles españoles son los primeros intejocéridos que se localizan en contextos circumpolares de aguas frías.
Una vez reunido el número adecuado de materiales para garantizar el rigor del trabajo, se inició el estudio de los fósiles en colaboración con Björn Kröger, especialista de la Universidad de Helsinki (Finlandia).
Las conclusiones enfrentaron a los investigadores a un doble enigma: por un lado, se trataría de resolver el misterio de por qué Cabaneroceras aparece en una zona tan reducida como Cabañeros, cuando otros materiales fosilíferos de la misma edad están ampliamente representados en el suroeste y centro de Europa y en el norte de África. Por otro lado, habría que averiguar por qué aparece un animal de ascendencia tropical en lo que eran latitudes peripolares durante el Ordovícico Medio, en un contexto paleogeográfico y de agua fría semejante a la actual Antártida.
“Nuestras hipótesis ante ambas cuestiones podrían responder al hecho de que la aparición de Cabaneroceras se encuentra muy limitada en el tiempo y en el espacio”, declara Juan Carlos Gutiérrez
Marco. “Este tipo de fauna pudo alcanzar fugazmente las costas de Gondwana hace 465 millones de años como consecuencia de una perturbación atmosférica excepcional y de gran magnitud, que pudo desplazar masas de agua paleotropicales a la región peripolar de Gondwana”. Así se podría explicar la llegada a Cabañeros de este cefalópodo tan particular, que moriría una vez disipado el influjo del agua cálida en cuyo seno habría sido transportado.
Los fósiles estudiados se podrán contemplar en el Museo Geominero (Madrid), el Museo Paleontológico de Castilla La Mancha (Cuenca), el Centro de Visitantes del Parque Nacional de Cabañeros y el Museo de Ciencias Naturales de Viso del Marqués (ambos en Ciudad Real).
Texto: Amalia Bautista
Fotografías: OAPN-IGEO
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