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Susanna Manrubia: “Para hacer frente a las pseudociencias se tiene que ejercitar el músculo de la crítica”

La física del CSIC es coautora de ‘Ciencia o pseudociencia’, un libro que ofrece al ciudadano herramientas para tomar decisiones informadas sobre las pseudociencias

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“La pseudociencia es siempre peligrosa porque contamina la cultura y, cuando concierne a la salud, la economía o la política, pone en riesgo la vida, la libertad o la paz”, señalaba Mario Bunge, físico y filósofo de la ciencia argentino. Con esta cita comienza Ciencia o pseudociencia. Herramientas para orientarse en un mar de información (Plataforma actual), presentado recientemente en la Feria del libro de Madrid. Un volumen escrito con un lenguaje claro y directo que se estructura en tres partes. La primera analiza el efecto placebo, las diferencias entre terapias y pseudoterapias o cómo recogen los medios de comunicación los descubrimientos científicos. La segunda explica por qué el cerebro se empeña en creer cosas en las que no hay fundamento científico y los argumentos de los defensores de las pseudociencias como son, por ejemplo, las trampas del lenguaje. Y la tercera ofrece una guía práctica con 50 preguntas y respuestas para identificar si una información es fiable o no.

La física Susanna Manrubia es una de las autoras de este volumen, un trabajo coral de varios investigadores del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) impulsado por el científico Carlos Pedrós-Alió. Manrubia, desarrolla su trabajo en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), donde dirige el Grupo de Sistemas Evolutivos. Confiesa que siempre ha tenido un espíritu naturalista. Por eso, a pesar de haberse doctorado en Ciencias Físicas, ha realizado una investigación mixta combinando la física con otras disciplinas. Se ha centrado en el estudio de la complejidad en biología desde un punto de vista evolutivo. Lleva más de 10 años trabajando en las relaciones entre genotipo (composición genética de un organismo) y fenotipo (expresión del genotipo en un ambiente particular). En la actualidad, se centra en un proyecto que se basa en la utilización de datos de secuenciación masiva (deep sequencing) de poblaciones virales. Desde hace años la investigadora se dedica a la divulgación de la ciencia, tarea que considera imprescindible para acercarla a la sociedad.

P: ¿Qué son las pseudociencias?

R: Pseudociencia es cuando no hay detrás un fundamento científico que haya sido contrastado múltiples veces. Vienen a ser creencias que suelen estar vestidas de términos científicos. En el libro queremos dejar claro que no es que no funcionen, sino que funcionan igual que el efecto placebo. En el libro no pretendemos decirle a nadie lo que tiene que pensar, hacer o creer. Queremos dar herramientas y hacerlo desde el respeto porque detrás de cada individuo hay una cuestión social. Este libro lo que pretende es invitar a que el lector se cuestione las cosas, también a los científicos.

P: ¿Cuál es la pseudociencia más destacada?

R: Hay muchas que han tenido un gran impacto. La homeopatía es, sin duda, de las más conocidas porque recibió tal impulso que los médicos la consideraron como terapia. El sistema académico la aceptó parcialmente e incluso se impartieron másteres universitarios. En los últimos años se ha luchado contra las pseudociencias y en 2018 el Gobierno aprobó el Plan para la protección de la salud frente a las Pseudoterapias y ha creado la plataforma #CoNprueba, que elabora informes de evaluación de la evidencia científica de determinadas prácticas y teorías para que la ciudadanía pueda consultarlos y adoptar decisiones informadas.

P: Hablemos de los antivacunas

R: Junto a la higiene, las vacunas son uno de los avances fundamentales de la medicina. Los datos lo respaldan. Han alargado nuestra esperanza de vida en dos o tres veces desde que se implantaron de forma masiva. A pesar de ello, hay países donde los movimientos antivacunas son muy fuertes. Entre los antivacunas existe una falsa confianza de que la enfermedad no es grave, cuando lo que sucede es que no se sufren sus efectos por la acción de las vacunas y se olvida todo lo que ha padecido la humanidad por algunas enfermedades. Si una persona no se vacuna no pasa nada, pero si la cifra aumenta hasta un 10% de la población, puede perderse el efecto de inmunidad de grupo y crearse una red de propagación.

P: ¿Cómo puede reconocer la población general las informaciones veraces en ciencia?

R: Para hacer frente a las pseudociencias se tiene que ejercitar el músculo de la crítica. Existe información para distinguir entre lo que es veraz y lo que no, pero es necesario que haya una actitud del individuo. Por ejemplo, en el libro hablamos de cómo se trasladan los avances científicos desde el artículo científico a la prensa porque vivimos una época en la que prima el click bite y los titulares fuera de contexto. Pero, además, es importante la accesibilidad a la información. Otras veces las publicaciones sobre las pseudociencias están en inglés y muchas personas no dominan el idioma lo suficiente como para comprenderlo.

P: ¿Podría indicarnos algunas claves para reconocer una noticia veraz?

R: Destacaría tres. Por un lado, el uso del lenguaje científico fuera de contexto vinculándolo con términos místicos. Por otro lado, hay que investigar las credenciales de la persona o la entidad que emite el mensaje. Y, por último, las falacias. Como, por ejemplo, cuando nos dicen que algo “le ha funcionado a mucha gente”, “es una tradición milenaria”, que “si se ha usado durante tanto tiempo es porque funciona” o que “quienes se oponen a las pseudociencias es porque tienen intereses ocultos”.

P: ¿Existen mecanismos de actuación frente a estos bulos?

R: Se puede acudir a varias webs acreditadas: la mencionada #CoNprueba; la de la organización Cochrane; la de la Asociación para proteger al enfermo de las terapias pseudocientíficas (APETP), o la web Maldita.es. También hay webs que permiten comparar textos y comprobar si es científico o pseudocientífico. Por otra parte, en muchos medios de comunicación hay cada vez más páginas web para desmentir noticias falsas y, aunque el periodismo científico ha avanzado mucho en las últimas dos décadas, sigue habiendo cierto amarillismo y desinformación por lo que el lector debería verificar las credenciales del periodista y la fiabilidad del medio donde publica.

P: Usted escribe el capítulo Mundo numérico, cerebro anumérico. ¿Cuáles son los mecanismos por los que el cerebro acepta este tipo de teorías pseudocientíficas?

R: Existen dos mecanismos fundamentales. Por un lado, el ser humano es un animal producto de la evolución. Nuestros sentidos han evolucionado para interpretar el mundo exterior y hacerlo de forma que nos haga sobrevivir. Por ejemplo, cuando los niños son pequeños lo mejor para su supervivencia es que crean lo que les dicen sus padres sin cuestionarlo: “no cruces en rojo”, “no te bebas la lejía”, etc. Esa característica evolutiva y adaptativa hace que, en particular, los argumentos de autoridad sean más fáciles de creer.

Por otro lado, está el reconocimiento de patrones. Nuestro cerebro quiere ver patrones porque es una forma de sentirse seguro y esto es lo que sucede con las pseudociencias. Un ejemplo sería la identificación de caras en todas partes porque para nosotros, como primates, el grupo social es fundamental, por eso nuestro cerebro está muy entrenado a distinguir caras y matices entre caras de un vistazo. Para afrontar estos mecanismos del cerebro tenemos que hacerlos conscientes.

P: ¿Cree que los investigadores defienden lo suficiente la ciencia frente a las pseudociencias?

R: Hacemos lo que podemos. El papel de la divulgación científica es fundamental. Hasta hace relativamente poco, si un investigador hacía divulgación estaba mal visto porque se entendía que mientras divulgaba no hacía ciencia, pero eso ha cambiado.

 

Carmen Girona y María González / CSIC Comunicación

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