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Pseudociencias: una implicación necesaria

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De acuerdo con la Real Academia Española de la lengua (RAE), pseudocientífico describe algo que es “falsamente científico”, faltando precisar “a pesar de presentarse como tal”. En el área de la salud se considera pseudoterapia a “la sustancia, producto, actividad o servicio con pretendida finalidad sanitaria que no tenga soporte en el conocimiento científico ni evidencia científica que avale su eficacia y su seguridad” (PLAN PARA LA PROTECCIÓN DE LA SALUD FRENTE A LAS PSEUDOTERAPIAS, www.coNprueba.es Campaña #CoNprueba).

En 2018 un 5,2% de los españoles (unos dos millones de personas) reconocía haber sustituido un tratamiento por falsas terapias (concretamente, por homeopatía o acupuntura). Cifras que podríamos considerar bajas, ateniéndonos al carácter científico  otorgado a ambas por más de un 20% de la población (Encuesta FECYT, 2018).  Resultados no menos preocupantes exponía el Barómetro CIS de febrero del mismo año: del porcentaje de españoles que decía haber oído hablar de diferentes técnicas no convencionales (imanes terapéuticos, quiropráctica, naturopatía, entre otras), una amplia mayoría creía conocer en qué consistían, afirmación que contrasta con su razón de uso expuesta: “para curarse enfermedades y dolencias para las que la medicina convencional no le funciona” (31,8%), como alivio de efectos secundarios de tratamientos médicos convencionales (14,5%), “para prevenir enfermedades y dolencias” (29,7%) o para “tener una vida sana y equilibrada” (47,8%). Estos resultados evidencian el grado de desinformación social existente en cuanto a la utilidad de estas prácticas pseudocientíficas, pero ofrecidas como válidas incluso por profesionales sanitarios en centros de salud (18,4%).  De hecho, el 59% de los médicos dice haber detectado un incremento en los bulos en salud entre los pacientes, mayoritariamente debido a pseudoterapias (71%) (I Estudio sobre Bulos en Salud). En lenguaje coloquial, aquellas prácticas carentes de evidencia científica tienden a autodenominarse “terapias alternativas”, complementarias o no convencionales.

En 2016, el Presidente de la Real Sociedad Española de Física (RSEF) expresaba cómo quizás, a pesar de existir un sentir comprensible en cuanto a la necesidad social de ser más beligerantes frente a las pseudociencias, “el silencio sea lo apropiado”. Reclamaba, como hipotético freno a la superchería, una mejor formación científica de la sociedad. Resultaba que había sido alumno suyo un estudiante de Física quien, tras enfermar de leucemia, decidió abandonar su oportunidad terapéutica contrastada, suspicaz frente a los riesgos de la medicina. Desconfianza alentada durante meses por una madre convencida, y fortalecida por la promesa de curación ofrecida por un falso profesional sanitario desde un establecimiento no sanitario pero bajo la inscripción “Medicina Naturista y Ortomolecular” (“medicina ortomolecular”, hoy clasificada oficialmente como pseudoterapia). 

El titular “A mi hijo lo ha matado la incultura científica” abrió diarios y nos llevó a muchos a replantearnos nuestro papel en la denuncia activa de este tipo de estafas desde la responsabilidad profesional de quienes nos dedicamos al ejercicio científico. En 2018 el juez absolvería al curandero. De acuerdo a la sentencia emitida, el acusado no se anunciaba como “médico titulado”, siendo además licenciado en Naturología por la Universidad de Ecuador, titulado superior en Terapias Naturales por el Real Centro Universitario Escorial-María Cristina (baste añadir, centro este adscrito a la Universidad Complutense de Madrid), presidente de la Sociedad Española de Nutrición Ortomolecular, miembro del Consejo Asesor de la revista Discovery Salud y socio de la Asociación Nacional de Profesionales y Autónomos de las Terapias Naturales APTN-COFENAT. Irónico que esta pretendida “formación” -sin validez en España- sirviera al juez para valorar como suficiente la competencia profesional del susodicho curandero, considerando ni siquiera probado el delito de intrusismo sanitario. Por supuesto, Discovery Salud tampoco es uno más de los canales Discovery, sino una de las mayores fuentes de bulos en salud en habla hispana que conocemos, de venta en hipermercados y kioscos (incluso de hospitales), cuyo Consejo Asesor recomiendo ojear por las sorpresas que nos puede acarrear.

Qué nos lleva a confiar en pseudociencias y pseudoterapias y por qué estas se arraigan en la sociedad. 1.400 investigadores y profesionales sanitarios secundaron la carta abierta dirigida a la entonces ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, lanzada desde varias asociaciones civiles y organizaciones de pacientes. Dicha carta exponía puntos normativos evidentes que a día de hoy se están incumpliendo en España en materia de publicidad y ejercicio de la actividad sanitaria, reclamando medidas de control. Es difícil manejar este entuerto masivo cuando parte de su origen se ubica en lo que la sociedad concibe como “fuentes de conocimiento”. Resulta paradójico exigir rigor informativo a los medios de comunicación y responsabilidad a los gestores sanitarios, cuando aún universidades (privadas o no) imparten titulaciones en pseudoterapias e investigadores de nuestras instituciones consideradas científicas fomentan creencias sin evidencia, o cuando por ignorancia, indiferencia o irresponsabilidad faltan voces críticas, individuales o asociadas, que apoyen mediante posicionamiento público planes contra las pseudociencias como el que lanzaría el Gobierno en noviembre de 2018.

Sostener injustificadamente que el 5G no es inocuo o que exista la hipersensibilidad electromagnética es lo mínimo que podemos esperar de portavoces políticos, teniendo colegas propiciando tales miedos y creencias.

El Plan de Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias surgió tras un largo proceso de movilización social, mediática y política, siendo llamados a implicarse activistas, sociedades científicas, asociaciones de pacientes y colegios profesionales sanitarios. Entre sus objetivos fundamentales: sacar a las pseudociencias de las universidades y los centros de salud. De las universidades. Qué distopía. ¿Cómo hemos dejado que se llegue a esto? Hemos vivido tan en la inopia que el respeto a la Ciencia se ha perdido y el conocimiento ha sido degradado al nivel de la opinión; por tanto, igualmente válidos y confundibles entre sí. A veces, a quienes no rehuimos hacer divulgación se nos tacha de peores científicos. Hoy a quienes reclamamos respeto al ciudadano, rigor y cumplimiento normativo en materia de pseudociencias se nos denuncia y lleva a juicio, acusados de injurias, calumnias e incluso delitos de odio. Tanto olvidamos el orgullo de comunicar a la sociedad nuestro trabajo con humildad, que ahora chamanes del siglo XXI desprecian el método científico atreviéndose incluso a impugnar judicialmente la propuesta normativa de Sanidad que exigiría a los preparados homeopáticos los mismos ensayos clínicos de seguridad y eficacia que se exigen a cualquier otro preparado que pretenda ser autorizado como medicamento con indicaciones terapéuticas reconocidas. Mediante el uso tergiversado de terminología propiamente científica se cometen abusos y fraudes amparados en un silencio cómplice. Quizás inconscientes de la repercusión que a medio y largo plazo dicha pasividad trae al ejercicio de nuestra profesión, nos ha venido afectando y dejándonos morir de inanición.

Las pseudociencias requieren una implicación necesariamente activa. 167 años ha tardado la RAE en quitar a la homeopatía su capacidad curativa (1852-2019). Sobran alicientes para significar a la Ciencia en el intento de hacer llamar a las cosas por su nombre, evitando confundir conceptos. En cuestiones de salud, sobran motivos para salir en defensa de la calidad asistencial del paciente cuya probabilidad de éxito terapéutico no podría confiarse mejor que a la aplicación del método científico y la ejecución de los adecuados ensayos clínicos, desde la ética y la transparencia. Debemos dignificar, como colectivo y por el bien de toda la sociedad, el valor del conocimiento frente a las pseudociencias.

 

Elena Campos Sánchez

Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC-UAM)

Presidenta Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP)

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