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El temporal de 2008 en la costa catalana sólo afectó de forma grave al 3% de las especies marinas

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El 26 de diciembre de 2008, un temporal con picos de viento de 100 kilómetros por hora y olas de hasta 14,4 metros sacudió durante 73 horas la costa catalana. Una serie de investigaciones coordinadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha analizado los efectos de aquel suceso meteorológico sobre la biota costera en 172 estaciones de muestreo. Las conclusiones, recogidas en un libro, indican que de las aproximadamente 250 especies analizadas, sólo el 8% (20 especies) sufrió algún tipo de impacto negativo atribuible al temporal y sólo un 3% (ocho especies) sufrió un impacto elevado.

El investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes del CSIC Miguel Ángel Mateo, que ha liderado el trabajo, explica: “En general, el ecosistema soportó bien el embate del temporal, el 40% las especies afectadas ya están recuperadas o lo están haciendo de forma satisfactoria”. El corresponsable del trabajo Antoni García-Rubies añade que el impacto sobre algunas de ellas resultó “crítico”.
 
 
Este es el caso de Posidonia oceanica. Esta planta marina es endémica del mar Mediterráneo y sus hábitats son de conservación prioritaria por la Unión Europea. Según la parte de la investigación liderada por la investigadora del CSIC Teresa Alcoverro, la tormenta enterró mortalmente el 23% de la superficie ocupada por esta especie hasta los 10 metros de profundidad en la región afectada.
 
Aunque la pérdida de otras especies fue porcentualmente superior, el impacto sobre P. oceanica se considera más grave debido a su lenta capacidad de colonización, cifrada en décadas. Según el investigador del CSIC Jordi Pagès, “parte de lo que se ha perdido puede que no lo veamos recuperado jamás”.
 
Dado el importante papel que cumplen las praderas de posidonia en el ecosistema, su pérdida puede resultar más grave que la de otros organismos. Esta planta marina está en la base de la cadena trófica por lo que sirve de hábitat y alimento para otras muchas especies, además de cumplir otras funciones como la captura de CO2. Sólo en términos de almacenamiento de carbono, Mateo estima en 230.000 euros el valor potencial de una hectárea cubierta por esta especie.
 
El impacto de la ola
 
La gorgonia roja (Paramuricea clavata) fue otra de las mayores víctimas del temporal, que acabó con una media del 13,4% de sus ejemplares de las Islas Medas (Girona). El investigador del CSIC responsable de esta parte del trabajo, Rafael Coma, explica: “Esta forma de coral blando, al igual que la posidonia, tarda décadas en crecer y desempeña un papel estructurador y paisajístico de gran valor en nuestras costas”.
 
 
El impacto sobre estas y otras especies se debe, fundamentalmente, al movimiento de vaivén que las olas ejercen sobre las partículas del sedimento marino. El investigador de la Universidad de Barcelona Bernat Hereu lo describe así: “Si el suelo que rodea a los organismos es estable, los efectos son poco significativos; el problema aparece cuando hay arena, gravilla y bloques de piedra”. En estos casos, el agua arrastra este material que actúa como una lija.
 
 
El análisis de las capturas de la flota artesanal de Palamós reveló, por el contrario, un incremento del 267% en el caso de la langosta (Palinurus elephas) y de un 400% en el de la brótola de roca (Phycis physis). Para la investigadora del CSIC Ana Gordoa, que dirigió esta investigación, “este fenómeno podría deberse a una destrucción del hábitat de estas especies, lo que habría aumentado su susceptibilidad a ser capturadas”.
 
 
No obstante, García-Rubies recalca que “el impacto global sobre la biota costera catalana fue muy moderado a nivel económico y paisajístico” e incide en que “los efectos de las anclas de las embarcaciones sobre una pradera de posidonia y sobre un fondo son infinitamente mayores que el de cualquier temporal, por extremo que sea”.
 
 
El trabajo ha sido llevado a cabo por 46 investigadores del CSIC, las universidades de Barcelona, Autónoma de Barcelona y Cantabria, y el Parque Natural del Montgrí, las Islas Medas y el Bajo Ter; así como naturalistas, pescadores y federaciones de actividades subacuáticas, lo que le ha dado un carácter interdisciplinar.
 
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