Técnicos del CSIC logran abrir el campamento científico antártico Byers sin apoyo logístico de buques
Gestionado por la Base Antártica Española Juan Carlos I, Byers desarrolla proyectos de investigación de los suelos congelados y sobre el comportamiento de los pingüinos en la búsqueda de alimentos, entre otros
Gestionado por la Base Antártica Española Juan Carlos I, Byers desarrolla proyectos de investigación de los suelos congelados y sobre el comportamiento de los pingüinos en la búsqueda de alimentos, entre otros
La base Antártica española Juan Carlos I, situada en la isla Livingston y dirigida por la Unidad de Tecnología Marina del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), da apoyo a un campamento científico temporal internacional, situado en una zona protegida de la remota península Byers, a unos 20 kilómetros de la Base. Desde hace 19 años, la apertura de este campamento siempre había necesitado apoyo logístico por mar, normalmente proporcionado por los buques oceanográficos Las Palmas, Hespérides y Sarmiento de Gamboa. Pero el pasado miércoles 15 de enero, un equipo de técnicos de la XXXIII Campaña Antártica Española logró abrir el campamento sin dicho apoyo. “Fue una jornada larga, ya que comenzamos con los guías de montaña subiendo al glaciar a las siete de la mañana. Un poco más tarde salimos con las dos embarcaciones para coincidir motos y embarcaciones en la playa John a las 11.00. Finalmente, abrimos el campamento a las 14.30 y regresamos a la base a las 21.00”, explica Joan Riba, jefe de la Base Antártica Española Juan Carlos I. El campamento Byers echó el cierre ayer, tras cinco días de investigaciones sobre los el efecto del calentamiento global en los suelos antárticos.
“La expedición para abrir el campamento por tierra es complicada porque deben coincidir buenas condiciones meteorológicas, tanto de buena mar para las embarcaciones como de buena visibilidad para las motos”, indica Riba. “Desde la Base Juan Carlos I se diseñó un plan con fases para acceder a playa John. Esta playa resultaba clave para poder dar el salto hasta Byers con el científico y el técnico y todo su material (tanto el material científico como el personal, comunicaciones, comida, etc..). Era una playa desconocida por nosotros, la semana anterior la estuvimos estudiando, tanto para el desembarco como el acceso a ella en motos de nieve. Una vez reconocida la zona, tuvimos claro que ese sería el punto de encuentro entre zodiacs y motos, para dar el salto definitivo hasta la península Byers”, añade.
El campamento Byers ofrece unas instalaciones de trabajo a la comunidad científica internacional. Sirve de apoyo a proyectos de otros países y ha tenido una gran relevancia durante el año polar internacional, durante el cual más de una veintena de países han llevado a cabo una intensa actividad. En esta campaña, la actividad polar española se centra en el estudio de los lagos, la dispersión y colonización de microorganismos, el estudio de suelos helados, la geología, vegetación y aves marinas.
El equipo que logró abrir el campamento Byers el pasado miércoles acudió a estudiar el permafrost, el suelo congelado, para conocer sus componentes y tomar datos para estudiar el efecto del calentamiento global en las islas Livingston y Decepción, según el investigador Miguel Ángel de Pablo, de la Universidad de Alcalá de Henares. Su trabajo es uno de los trece proyectos científicos de la XXXIII Campaña Antártica Española.
El campamento Byers se instaló en 2001 en la remota península que le da nombre mediante un proyecto del investigador Antonio Quesada, de la Universidad Autónoma de Madrid, y hoy da apoyo a diversos proyectos de investigación internacionales. “La instalación consta de dos iglús de fibra de carbono de seis metros de largo por dos de ancho. Uno está destinado a la cocina, el comedor y zona de estar, y el otro está destinado al laboratorio. Para dormir se utilizan tiendas de campañas individuales, unas colchonetas y un saco de dormir”, explica Andrés Barbosa, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC, que ha utilizado el campamento en campañas anteriores para estudiar el comportamiento de búsqueda de alimento de los pingüinos.
“El campamento está asentado en una de las zonas sin hielo de mayor extensión de toda la Antártida, por lo que se forman innumerables lagos y arroyos. Y además posee una de las mayores superficies de musgos de todo el continente”, explica Barbosa. “Por ello es un lugar muy frágil desde el punto de vista ambiental, y por tanto es necesario extremar todas las cautelas para evitar generar un impacto que podría ser irreversible”, añade. La zona de la península de Byers es un área de protección especial (Área Antártica Especialmente Protegida) que estipula que solo puede ser utilizada por científicos y personal de apoyo a los proyectos mediante una autorización especial del Comité Polar Español, del Ministerio de Ciencia e Innovación. “Byers es un lugar mítico para los investigadores, que te permite sentir la naturaleza muy cerca, lejos de la comodidad de las bases”, concluye Barbosa.
CSIC Comunicación
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