Ester Lázaro: “La vida en otros planetas podría ser completamente diferente, pero nos falta ingenio para imaginarla”
La bióloga del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA) estudia las bases moleculares de la evolución de los seres vivos para entender la singular organización que presenta la vida
La bióloga del Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA) estudia las bases moleculares de la evolución de los seres vivos para entender la singular organización que presenta la vida
Ester Lázaro quería diseñar fármacos para evitar infecciones virales, pero acabó por estudiar la vida. Esta bióloga trabaja en el Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), donde dirige el Departamento de Evolución Molecular, cuyo principal objetivo es desentrañar los procesos más básicos y comunes a todos los seres vivos de la Tierra y, tal vez, a los de otros planetas.
Para ella, “saber en qué nos distinguimos realmente de la materia que no está viva” se tornó una pregunta muy importante según terminaba su doctorado. “Los elementos son los mismos, pero se organizan de forma distinta. Entonces, ¿en qué reside esa organización tan particular de la vida?", dice Lázaro.
La bióloga canalizó sus conocimientos e inquietudes en el grupo de investigación que dirige en el CAB. En él, Lázaro y sus colegas estudian los mecanismos moleculares de la evolución empleando a los virus como herramienta.
A su labor como científica, se le suma también una incansable comunicación de la ciencia con la mirada puesta en los futuros investigadores e investigadoras. Lázaro también es crítica con la desigualdad de género en el mundo de la investigación, especialmente notoria según se asciende en la carrera científica.
Pregunta: ¿Cómo acabó buscando vida en otros planetas?
Respuesta: Bueno, yo no busco vida en otros planetas. Soy mucho menos ambiciosa (ríe). A veces, la vida te lleva. Cuando empecé a estudiar Biología mi interés se centraba en la rama sanitaria. Los virus me encantaban y quería trabajar sobre todo en el diseño de fármacos. Cuando acabé el doctorado fui a una empresa privada. No tuve una buena experiencia a muchos niveles, incluido el personal. Me quedé embarazada y tuve muchas dificultades por esa razón. Fue una historia bastante triste.
P: Ahora dirige el departamento de Evolución Molecular, ¿qué se quiere aprender de la vida en él?
R: En este departamento estudiamos desde los inicios de la vida en la Tierra, es decir, desde las primeras reacciones químicas que llevaron a la emergencia de las moléculas esenciales para la vida y su posterior autoorganización en moléculas y estructuras más complejas, hasta la evolución de los seres vivos. Y, esto último, es algo que lleva ocurriendo, probablemente, más de 3.800 millones de años. Todos los mecanismos que dirigen esta multitud de procesos son objeto de estudio en nuestro departamento, así como las adaptaciones específicas que pueden favorecer la vida en ambientes extremos. A lo anterior, se suma el diseño de instrumentos para poder buscar vida fuera de la Tierra con el objetivo de responder preguntas científicas del tipo: “¿podemos detectar vida en otros lugares del cosmos?” o “¿cómo evolucionarían los seres vivos en entornos diferentes de los terrestres?”.
P: El hecho de investigar sobre la vida, ¿ha afectado de alguna manera a su forma de ver o pensar la realidad?
R: ¡Claro que afecta!. Cuando acabé mi carrera no pensaba ser astrobióloga. Para empezar, porque no existía la Astrobiología. Cuando estaba estudiando tampoco pensaba las cosas con la profundidad con que las pienso ahora. En ese momento lo que quería era aprobar los exámenes, sacar buenas notas y poder abrirme camino en la investigación científica. Ahora, cuantas más vueltas le doy a las razones por las que puede existir la vida, más me doy cuenta de que el ser humano no es ni más ni menos que ningún otro ser vivo. Yo no soy más importante que una hormiga, por ejemplo, aunque evidentemente para mí misma y para mis seres queridos esa distinción sí tenga una importancia. Pero, objetivamente, los seres humanos no tenemos un papel más relevante en nuestro planeta que el resto de los organismos que lo habitan. Todos estamos aquí cumpliendo la misma función, aunque desconozcamos cual es exactamente.
P: En sus explicaciones sobre la posible función de la vida usted alude al aumento de la entropía en el universo, al desorden, aunque los seres vivos estemos muy organizados.
R: Hay un investigador, Ilya Prigogine, que dice que somos islas de orden en un universo de desorden. Y esa es la realidad. Nosotros somos sistemas tremendamente organizados inmersos en un universo totalmente desorganizado. Pero, para cumplir las leyes de la termodinámica, el desorden que generamos al transformar la energía del medio debe superar al orden que almacenamos en las estructuras que nos componen y los procesos que realizamos. Y eso aumenta la entropía. Cuando pensamos en la vida tal y como existe actualmente es más o menos factible entender esta idea. Sin embargo, es mucho más difícil comprender cómo las primeras reacciones que llevaron a la vida también cumplían con esta función de aumentar la entropía.
P: Este enfoque centrado en la entropía, ¿se podría usar de alguna manera como estrategia para buscar vida?
R: No sé si se puede ver de esa manera, pero lo que sí resulta cierto es que lo esperable es encontrar sistemas muy organizados que gastarán energía para mantener ese orden. Una bacteria, por ejemplo, que parece algo muy simple, es un sistema con una complejidad inmensa. Por tanto, tenemos que buscar sistemas estructurados y ordenados. También hay estructuras geológicas o minerales con un alto grado de organización, pero yo creo que este siempre es menor que el de los sistemas vivos. A ello se suma que la vida tiene otras propiedades que no presentan esas estructuras, como que el mantenimiento del orden se realiza gracias a la existencia de información heredable. A veces puede haber cierta confusión, porque no debemos olvidar que la vida y la “no vida” dibujan una línea continua. En el origen de la vida, la materia inerte tuvo que irse transformando poco a poco hasta adquirir las propiedades de la vida, pero ¿dónde ponemos la barrera entre los dos extremos?
P: ¿Qué es para usted la vida?
R: Yo no me aparto mucho de la definición clásica. Para mí la vida es sobre todo transformación de energía que, para poder ser realizada y mantenida en el tiempo, necesita de un sustrato genético donde estén almacenadas las instrucciones. La vida también debe ser capaz de adaptarse a los cambios que van surgiendo en el tiempo. La definición de la NASA habla de evolución darwiniana, aunque yo no haría tanto hincapié en el punto de que la evolución tenga que ocurrir forzosamente como lo hace en la Tierra. Lo que sí me parece muy útil es la concepción de la vida como un sistema químico automantenido. Esto abre la posibilidad a otros tipos de sistemas a que pueda haber vida basada en moléculas distintas a las que conforman la vida de la Tierra. También es cierto que, aunque fuera haya una vida basada en carbono y agua al igual que en nuestro planeta, esta podría ser completamente diferente. Pero yo creo que nos falta ingenio para imaginarla. Por ejemplo, que la fotosíntesis -el poder transformar la energía del sol en energía química aprovechable por las células- haya podido surgir a lo largo de la evolución es algo que, si no supiéramos que existe, nos parecería increíble. ¿Y por qué en otro lugar no puede haber organismos que en vez de aprovechar la energía de los fotones solares aprovechen la energía de la gravedad o la energía calorífica?
P: ¿Esa imaginación puede llevarnos a incluso desmontar presunciones básicas como la necesidad de agua líquida para la vida?
R: Podría ser. Pero es necesario un solvente porque sin este, el metabolismo, que son reacciones químicas, no puede tener lugar. Y, cuando uno analiza los solventes que hay, te encuentras con que el agua es el mejor, además de ser abundante en el universo. Hay una serie de restricciones a aceptar otros candidatos, lo cual no quiere decir que luego no nos podamos llevar sorpresas, sobre todo, en lugares con características ambientales muy distintas de las terrestres.
P: ¿Podría ser necesario cambiar la definición si se encuentra vida o algo parecido en otro planeta?
R: Sí. De hecho, una definición que esté 100% aceptada por todos los científicos no existe. Ésta varía en función de múltiples factores como la formación o las creencias de quien la da. Es cierto que al final la mayoría convergen en las propiedades mencionadas anteriormente, pero la forma de expresarlas o el dar más peso a una propiedad frente a otra lleva a muchísimas variaciones en la definición.
P: ¿Qué otras preguntas puede responder la búsqueda de vida?
R: Lo más importante de encontrar vida en otro lugar es entender el sentido que tiene nuestra existencia en términos globales. No solo la vida humana, sino la vida de todos los seres que hay en la Tierra. A ese nivel yo creo que todos los seres somos absolutamente iguales. Como he dicho antes, todos estamos cumpliendo una función, sea la que sea, y obviamente no escapamos a las leyes del universo. Tenemos que estar aquí por alguna razón y yo creo que encontrar vida fuera de la Tierra nos ayudará a descubrirla.
P: ¿Entonces, cree que estamos aquí por algo y no por el puro azar?
R: Creo que la aparición de los seres vivos tiene una parte grande de azar, pero también una parte casi determinística, una vez que se dan determinadas condiciones básicas para que la materia evolucione en cierto sentido. Sin embargo, que la vida se mantenga implica que hay algo que la favorece. Si las leyes de la química y la física fueran en contra de la vida, ésta habría desaparecido al poco tiempo de haber hecho su aparición.
P: Está muy involucrada también en la divulgación científica, ¿por qué?
R: Me gusta trasmitir la pasión que yo siento en mi trabajo. Creo que hay mucha desilusión, sobre todo entre los jóvenes que, a veces piensan, que hay que dedicarse a un trabajo simplemente porque es un medio de ganarse la vida. Y eso es muy loable, pero se puede aspirar a más y convertir el trabajo en tu pasión. No todo el mundo puede tener esa suerte, pero yo creo que es una meta, que hay que ambicionar. Creo que hay que tener una motivación hagas lo que hagas. Vas a disfrutar más si, aunque pienses que el trabajo es una transacción, lo asumas diciendo: “voy a intentar que lo que yo aporto a la empresa u organización que me paga a mí también me motive”.
P: El 11 de febrero, Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia, está a la vuelta de la esquina. ¿Cuáles son sus motivos para reivindicarlo?
R: El primer motivo es el de hacer un pequeño homenaje a todas las científicas que nos precedieron y que se encontraron con enormes dificultades para que se les reconociera su trabajo. Pero en el mundo actual todavía las mujeres nos encontramos con más problemas que los hombres para acceder al mundo de la ciencia, sobre todo cuando hablamos de las escalas elevadas. Creo que hay que reconocer dichas dificultades para así encontrar cómo mitigarlas. En mi opinión, la primera dificultad nos la ponemos nosotras mismas porque muchas veces no sabemos valorar de lo que somos capaces. También están las diferentes expectativas que la sociedad pone en los hombres y en las mujeres. El resultado, a veces, es un choque entre nuestros deseos profesionales y lo que se supone que debe hacer una mujer. Hay una creencia muy extendida de que las mujeres tenemos menos compromiso profesional que los hombres, que nosotras preferimos dedicarnos a la familia y vamos a abandonar con más facilidad. Puede que, a veces, sea verdad, pero creo que es un tema educacional más relacionado con la forma en que nos han formado que con nuestros deseos reales. Pero ya sabemos lo que cuesta cambiar unos estereotipos que han sido aceptados por una amplia mayoría y que, a veces, de forma inconsciente, se continúan transmitiendo.
Leyre Flamarique/ Contenido realizado dentro del Programa de Ayudas CSIC – Fundación BBVA de Comunicación Científica, Convocatoria 2021
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