Skip to main content
 
#NATURALEZA #Ecología y territorio #Ecosistemas #Océanos y mares #Fauna #Especies invasoras #Especies amenazadas #Evolución #Espacios protegidos #Cambio climático #Biodiversidad #CULTURA CIENTÍFICA

“En las islas, el cambio global está haciendo desaparecer la biodiversidad antes de que la podamos conocer”

Anna Traveset, ecóloga en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, participa en la serie de entrevistas ‘Científicas y Cambio Global’

Fecha de noticia:

De las Galápagos a las Seychelles, el archipiélago de las Berlengas en Portugal o el de las Ogasawara en Japón, sin olvidar las Baleares o las Canarias. Estas islas son los laboratorios naturales en los que trabaja Anna Traveset, investigadora del CSIC en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA, CSIC-UIB). Para ella, se trata de pequeños santuarios que debemos conservar y proteger de los efectos del cambio global, que está haciendo desaparecer mucha de la biodiversidad de estos ecosistemas, incluso antes de que podamos conocerla. Traveset, que también está al frente de la representación del CSIC en las Islas Baleares, explica que la introducción de nuevas especies puede provocar un desequilibrio en los sistemas isleños y resalta que la educación ambiental es crucial para el mantenimiento de estos espacios.

 

 

¿Qué condiciones se dan en las islas que las hacen tan interesantes para el estudio de la vida y la evolución de las especies?

Desde hace muchos años, las islas son consideradas ‘laboratorios naturales’ en los que pueden constatarse distintos procesos evolutivos, a menudo con mayor facilidad que en el continente; y esto se debe a circunstancias particulares: origen, aislamiento, historia, orografía y biota. De ahí que, desde las primeras expediciones naturalistas del siglo XVIII, las islas hayan atraído a biogeógrafos, biólogos evolutivos y ecólogos. No es casualidad que Darwin se inspirara en las Galápagos al desarrollar su teoría del origen de las especies. Las islas proporcionan grandes oportunidades de investigación con implicaciones que van más allá de estos ecosistemas. En particular, las islas oceánicas, que emergen del fondo marino y nunca han estado conectadas con un continente, son importantes para la comprensión de muchos procesos ecológicos ya que generalmente albergan comunidades relativamente simpes. Hay varios conceptos clave ecológicos y evolutivos que se han hecho evidentes primeramente en islas. Por ejemplo, los procesos de especiación alopátrica, causada por la presencia de una barrera geográfica que impide el flujo genético entre poblaciones, o que el número de especies encontrado en una isla está relacionado con su tamaño y la distancia al continente, una idea que constituye la columna vertebral de la teoría de la biogeografía de islas que MacArthur y Willson postularon en 1967.

¿El mar que rodea las islas hace entonces de barrera?

Actúa como un importante filtro para la dispersión de las especies, permitiendo que solamente puedan llegar algunas con unas características determinadas: han de poder volar o ser lo suficientemente pequeñas para ser transportadas por el viento, han de poder nadar o ser conducidas por las corrientes marinas, o resistir una travesía más o menos larga en una balsa flotante. Dependiendo de la distancia al continente más cercano o a otra isla, pero también de su tamaño y de la diversidad de hábitats en ella, podrán llegar y establecerse unas especies y no otras. Por ello, la mayoría de islas oceánicas no tienen mamíferos terrestres no-voladores, ni anfibios, ni abejas, o tienen muy pocas especies de estos grupos. En general, se habla de que las islas tienen una biota disarmónica, es decir, una proporción de especies que difiere bastante de la proporción de especies de la región de origen. Por ejemplo, especies de grandes depredadores no existen en las islas y eso conlleva que muchas especies no estén defendidas contra ellos y sean más vulnerables si se les introduce en el ecosistema.

Anna Traveset señala que 10 de los 35 puntos calientes de biodiversidad del mundo se encuentran en islas

¿Esa vulnerabilidad puede incluso hacerlas desaparecer?

Sus poblaciones se ven muy afectadas negativamente y eso tiene un efecto en cascada, por ejemplo, sobre las plantas que dependen de esos animales nativos. Un caso muy ilustrativo, que está sucediendo ahora mismo en muchas islas, es la introducción de serpientes. Aquí, en las islas Pitiusas (Ibiza y Formentera), han llegado un par de especies de serpientes con la importación de olivos ornamentales y están haciendo desaparecer a las lagartijas nativas que han evolucionado en ellas durante millones de años. Ahora vamos a estudiar el efecto que tiene sobre las plantas, que dependen de esas lagartijas para su polinización y su dispersión. La entrada de un depredador en una isla que no lo tenía puede llegar a colapsar todo el funcionamiento de la comunidad, ya que es nefasta para las especies nativas-no defendidas. Otro ejemplo es lo ocurrido en la isla de Guam, donde se introdujo hace años una serpiente que hizo desaparecer a todas las aves nativas. Toda la flora que dependía de esos pájaros está ahora con falta de reclutamiento y, por tanto, toda la comunidad de plantas está cambiando.

¿Por qué las islas se consideran pequeños santuarios de biodiversidad? ¿Qué implica esto para la biodiversidad global?

Las islas, en general, tienen menos especies que las mismas áreas en el continente, pero a pesar de esa simplicidad albergan una biota muy rica y muy diversa. Aunque ocupan solamente un poco más de un 5% de toda la tierra emergida global, incluyen a más del 20% de todas las plantas terrestres y especies de vertebrados. De hecho, 10 de los 35 puntos calientes de biodiversidad del mundo se encuentran en islas, y su nivel de endemismo es un orden de magnitud más alto que el de los continentes. Además, las islas tienen interacciones que no se encuentran en el continente por sus características de aislamiento y la biota disarmónica. Por eso las llamamos así, pequeños santuarios de biodiversidad que hay que conservar. La pena es que conocemos solamente una mínima parte de esta biodiversidad. La gran mayoría de las miles de islas que existen no han sido todavía exploradas. Debido a los efectos del cambio global mucha de esta biodiversidad está desapareciendo antes de que la podamos conocer.

Por tanto, hay especies que desaparecen sin ser descubiertas.

Sin duda. Esto es debido al gran desconocimiento que tenemos de la mayoría de islas. El aislamiento, junto con la difícil accesibilidad que tienen muchas de ellas, ha impedido que se hagan estudios ahí. Tampoco somos tantos ecólogos terrestres trabajando en ellas. Entonces hay un gran desconocimiento todavía de esa rica biodiversidad que se intuye y hemos constatado en las islas que hemos trabajado.

La presencia de ciertas especies, como insectos polinizadores, es crucial para el desarrollo de la biodiversidad. ¿Qué riesgos existen si disminuyesen o desapareciesen?

Los polinizadores, no sólo los insectos sino también vertebrados como las aves, reptiles como las lagartijas, o incluso mamíferos como los murciélagos o pequeños roedores, juegan, sin duda alguna, un papel fundamental en el mantenimiento de la biodiversidad y en el funcionamiento de los ecosistemas. Casi el 90% de las plantas angiospermas (plantas con flores) dependen de los animales para su reproducción. El 75% de los principales cultivos del mundo también son parcial o totalmente dependientes de la polinización animal, sobre todo de insectos. Es un gran problema que casi un tercio de los insectos de todo el mundo están amenazados de extinción. Es lo que se llama la crisis de los polinizadores. Todavía no sabemos las consecuencias que va a tener esta pérdida, que va a seguir teniendo lugar si no la frenamos, sobre nuestro propio bienestar.

¿Cómo contribuyen el resto de especies, como las lagartijas, a la polinización?

Este fenómeno también se da en el continente, pero lo hemos constatado en las islas que hemos estudiado. Las lagartijas usan recursos florales y de frutos como alimento, no solamente porque les aportan nutrientes sino porque hay pocos insectos en las islas. Especies que eran insectívoras en el continente, como muchas especies de aves y lagartijas, se han especializado en las islas en comer material vegetal y al hacer esto benefician a la planta. Establecen un mutualismo, gana la lagartija o el ave, pero también gana la planta. Hemos comprobado que estas especies son igual de eficientes que los insectos; para algunas especies vegetales, las lagartijas incluso son más efectivas que los insectos. Esto no pasa en la mayoría de los casos, claro, ya que las abejas son las polinizadoras por excelencia; pero los vertebrados juegan un papel muy importante en las islas.

¿Cómo ha afectado la crisis sanitaria de la COVID-19 a estos ecosistemas?

En las islas pequeñas, que no son habitadas, no creo que se haya notado mucho. De hecho, en los islotes en los que hemos estado trabajando no hemos apreciado grandes cambios. Sin embargo, en las islas más grandes, incluidas las que están dentro de parques nacionales, y que están recibiendo cantidades ingentes de turistas cada año, estoy segura de que se ha notado. Los polinizadores no han sido molestados por el paso de turistas o por la contaminación acústica que provocamos los humanos. Probablemente han estado ‘a sus anchas’ y han interactuado más con otras especies coexistentes. En 2020, en las islas, no se desbrozó la vegetación al lado de caminos y carreteras. Esto es un efecto importante que deberíamos intentar eliminar: no ver como suciedad estas plantas consideradas como malas hierbas, sino mantenerlas o, al menos, quitarlas en el verano y no durante el periodo de floración. Sigue siendo difícil cambiar estas inercias, pero tenemos que conseguirlo, para tener también políticas más amigables con los polinizadores.

La investigadora resalta que la educación ambiental es crucial para el mantenimiento de espacios naturales

En espacios naturales como el Parque Nacional del Teide en Tenerife o el Parque Natural de Ses Salines en Ibiza, el turismo masivo genera ciertas modas como la de apilar piedras que afectan al entorno. ¿Qué implican este tipo de acciones?

El efecto suele ser grande, sobre todo cuando hay tanta gente pasando por los caminos en sitios especiales donde hay una gran riqueza de endemismos. Este tipo de espacios tienen que estar protegidos y debe haber un turismo sostenible. Creo que si se le enseñase mejor a la gente por qué hay que respetar el medio ambiente, qué hay debajo de esas piedras que las personas están moviendo y cómo están modificando ese microhábitat especial y útil para la fauna, es probable que no lo hicieran. Si no lo saben, para ellos levantar una piedra no tiene ningún efecto. Falta mucha educación ambiental. Hay muchos mecanismos para educar ambientalmente y hacer que los visitantes sean más respetuosos. El personal investigador y de gestión también tenemos una responsabilidad para que este turismo sea sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Para amar, respetar y querer conservar algo, hay que conocerlo previamente. Por tanto, tenemos que hacerles conocer y amar esta naturaleza.

Participas en proyectos para concienciar a la ciudadanía del cuidado del medioambiente. ¿Qué respuesta has encontrado y qué queda todavía por hacer?

Es muy gratificante constatar las ganas que tiene gran parte de la ciudadanía de aprender y de cuidar el medio ambiente. Los niños y las niñas son el gran potencial y creo que están con muchas ganas de absorber conocimientos. Trabajamos en un proyecto de divulgación sobre la importancia de los polinizadores con estudiantes de Primaria y Secundaria y es muy estimulante su entusiasmo queriendo crear jardines de polinizadores u ‘hoteles’ de insectos que favorecen a especies de abejas y otros insectos. Es una manera de enseñarles cómo son estas criaturas tan interesantes a la vez que se conciencian de la importancia que tienen para la salud de nuestros ecosistemas y nuestro propio bienestar. Cuando descubren que no solo hay una abeja de la miel, sino que hay 20.000 especies en todo el mundo, se apasionan… porque la naturaleza es en sí misma apasionante. Transmitir esta belleza y pasión es muy importante para que después la gente la quiera preservar y la valore más.

Eres la primera mujer que ganó el Premio Jaime I de Protección del Medio Ambiente, y la única que lo ha hecho hasta la fecha. ¿Qué te sugiere el epígrafe ‘Científicas y Cambio Global’?

Cada vez somos más las mujeres que trabajamos en cambio global, y divulgamos su importancia de diversas formas. Pero espero que dentro de poco no haya que poner este epígrafe y haya el mismo número de investigadoras que de investigadores. En el equipo de investigación en el que trabajo somos todo mujeres, así que espero que dentro de nada no haya que mezclar género con la investigación. Estoy segura que en los próximos años habrá muchas más premiadas en esta categoría de Medio Ambiente.

 

Esta entrevista forma parte del proyecto 'Científicas y Cambio Global. Programación de la Red de Cultura Científica del CSIC’, que cuenta con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología - Ministerio de Ciencia e Innovación.

Irene Lapuerta Murillo (CSIC Cultura Científica)

Material de descarga