Menos del 4% de los españoles saben qué es la nanotecnología
Edificios que se 'comen' la contaminación, fármacos que liberan sustancias selectivamente y quién sabe si en un futuro también nano-robots. La revolución nanotecnológica ha traído consigo estas y otras muchas cosas. Tras un trabajo de varias décadas, los seres humanos hemos desarrollado "un montón de herramientas biológicas, físicas y químicas que permiten manipular los objetos a escala atómica y molecular", explica Pedro Serena, físico del Instituto de Ciencia de los Materiales del CSIC. Sin embargo, este sector, que aparece como una de las líneas clave del programa europeo Horizonte 2020 y al que la Unión Europea destina cientos de millones de euros, sigue siendo una gran desconocido. "Menos del 10% de la población en Europa puede explicar qué es la nanotecnología. En España ese porcentaje no llega al 4%", sostiene Serena. Convencido de que el conocimiento científico contribuye a crear ciudadanos más críticos, carga las tintas contra nuestros dirigentes."Nosotros analizamos la realidad a partir de datos fiables sobre los que se formulan hipótesis. En cualquier debate político se habla con datos sesgados, inventados o incluso con mentiras. Se defienden las cosas pasionalmente, como si fueran asuntos de club de fútbol o de religión". Desde su posición de investigador mantiene un compromiso con la divulgación de la ciencia que se materializa en libros como 'La nanotecnología' (CSIC-Catarata), charlas y actividades para cautivar a jóvenes y no tan jóvenes con el método científico.
El transporte electrónico en nanoestructuras es una de las áreas en las que investiga el físico Pedro Serena.
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Gran parte de las aplicaciones de la nanotecnología se dan en los ámbitos de la energía, el medio ambiente, las TIC, la salud y la alimentación. Por ejemplo, ¿qué avances se han dado en la llamada nanotecnología verde?
La ‘nanotecnología verde’ copia la exitosa fórmula de ‘química verde’, que se acuñó para definir los procesos que buscan la optimización de recursos y la minimización de los productos tóxicos. Se trata de hacer lo mismo pero sin usar sustancias peligrosas y consumiendo menos energía. La ‘nanotecnología verde’ es algo similar, pero se centra en la nanoescala. Por ejemplo, ya existen edificios cuya superficie está recubierta de un material que es un fotocatalizador que descompone los óxidos nitrosos de la atmósfera. Así el edificio se convierte en una especie de 'ambientador'. Son cementos que, al llevar incrustados los catalizadores en formato de nanopartículas, son más caros y aún hace falta producirlos en masa, pero la idea es que toda una ciudad pueda ser un gran sistema descontaminante.
¿Hasta qué punto es importante la ciencia básica para llegar a las aplicaciones de la nanotecnología?
Cualquier desarrollo tecnológico tiene que estar soportado por el conocimiento científico básico. Para tener un resultado transferible, por ejemplo decenas de patentes, necesitas antes publicar decenas de miles de artículos. Llevamos tiempo trabajando en nanotecnología aunque no utilizásemos este término, pero el resultado de todo ello está convergiendo ahora en un montón de herramientas -biológicas, físicas, químicas, etc.- que permiten manipular los objetos a escala atómica y molecular. La nanociencia lleva varias décadas en marcha. Seguramente para llegar a tener una máquina de vapor hicieron falta muchas ideas y experimentos previos. Al final solo emerge una punta del iceberg en forma de trabajo tecnológico, pero el gran iceberg de la ciencia está debajo.
En nuestra vida diaria, ¿mucha de la tecnología que usamos se basa ya en escalas 'nano'?
Sí, sobre todo en informática. En realidad cuando se habla de microelectrónica tenemos que hablar de nanoelectrónica. También sabemos que en algún momento el silicio deberá ser reemplazado por otro material, pero hay que buscarle alternativas y eso será en el ámbito 'nano': nanotubos de carbono, grafeno, moléculas... A no ser que hagamos una revolución radical en la computación. Ahora basamos los computadores en electrones que trasladan información de un sitio a otro, pero se está trabajando en la fabricación de ordenadores a través de reacciones bioquímicas con ADN y en computadores cuánticos. Eso sería un cambio radical; si seguimos con los electrones como portadores de información, todos los dispositivos del futuro serán a escala nano y habrá que buscar los materiales más baratos y eficientes.
"Al CSIC los españoles lo están financiando con 500 millones de euros al año y mucha gente desconoce qué hacemos en esta institución" |
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¿Será el grafeno el nanoobjeto que sustituirá al silicio?
Esperamos que sí, pero será en aplicaciones muy concretas. Ahora somos capaces de poner sobre una oblea de silicio de 3x3 centímetros cuadrados cientos de millones de transistores. Eso implica unas técnicas muy sofisticadas que se han desarrollado en medio siglo. Para que el grafeno pueda sustituir al silicio, hay que lograr hacer lo mismo con este material.
¿Hay ya algo tangible en la nanomedicina?
Tiene muchas vertientes. Por ejemplo, el uso de los nanomateriales en implantes puede mejorar sus propiedades y hacer que duren, en lugar de 15-25 años, 35 o 40. Hoy, con el aumento de la esperanza de vida, a veces se rompe un implante y hay que volver a operar al paciente para sustituirlo por otro. Así se evitaría esta intervención y además ahorraríamos costes al sistema sanitario. Hay otras aplicaciones que tienen que ver con la liberación de fármacos a escala local. Ya hay más de 40 fármacos, la mayoría antitumorales, que se comercializan o están en la última fase de aprobación. Todos usan técnicas de liberación dosificada y local del medicamento correspondiente.
"Al final solo emerge una punta del iceberg en forma de trabajo tecnológico, pero el gran iceberg de la ciencia está debajo" |
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En uno de los capítulos de La nanotecnología hablas de los riesgos que entrañan los avances en este campo...
Todas las tecnologías tienen asociados riesgos. El ser humano caminaba, luego empezó a montar a caballo y a utilizar el carro y, como consecuencia, se perdieron vidas. Pero fue un salto tecnológico al que no se renunció. Después, con el desarrollo de los demás medios de transporte sucedió lo mismo. Y, junto a ese uso civil, cualquier tecnología tiene también un uso militar. No hay que ser ingenuos, esto es consustancial al ser humano. Está también la cuestión religiosa. Ciertas aplicaciones de la nanotecnología pueden chocar con la moral o la ética en Occidente, pero no con la de otras regiones. En países de Asia, por ejemplo, clonar a un ser vivo no es un problema tan dramático. En la India hay dioses con seis brazos o con cabeza de elefante. Hay religiones que asumen que la hibridación de identidades no es mala. Por eso, y debido también al 'boom' económico de la región, en varios países asiáticos se están haciendo grandes inversiones para investigar con células madre, sin que existan unos frenos tan importantes como en Occidente.
Aunque la normativa varíe en los diferentes países, parece difícil controlar determinados usos en un mundo globalizado.
Claro. Puede desarrollarse en Singapur una terapia génica basada en clonación que aquí no sea legal. Pero, si puede, un padre europeo que tenga un hijo que la necesite acudirá donde sea para remediar sus problemas. Aquí no tenemos niños trabajando en nuestras factorías y sin embargo compramos muebles y ropa que están hechos con mano de obra infantil. Son temas que hacen pensar. A veces lanzo esta pregunta: si gobernases un país y tuvieras una tecnología que mata a muchas personas, ¿la prohibirías? La mayoría responde que sí y entonces explico que ya la tenemos. Los accidentes de automóvil causan al año más de un millón de muertes en todo el mundo según la Organización Mundial de la Salud, pero no se prohíben porque son un medio de transporte muy útil. ¿Qué hacemos? Impulsar más normativa, vigilancia, sistemas de seguridad... Hay unas normas de acceso al uso, unos códigos de circulación, además de radares, policías, políticas de quitar los puntos del carné, etc. En el uso de cualquier tecnología se mantiene un equilibrio entre los riesgos y los beneficios.
Dentro de los riesgos que planteas en el libro, resultan especialmente inquietantes los nano-robots. Formulas preguntas como ¿será posible tener ejércitos invisibles de nano-robots fabricados con fines bélicos? ¿Es posible fabricar nano-robots que violen nuestra intimidad sin que nos demos cuenta?
Se puede decir que es un recurso literario para llamar la atención sobre el futuro. Ahora mismo nos tocan temas más realistas como la cuestión del medio ambiente, las nanopartículas en alimentos como salsas o harinas, o los muchos nanomateriales que hay en diferentes bienes de consumo. Esto de los nano-robots sirve para captar la atención. Si buscas información en internet sobre nanotecnología, más de la mitad de los sitios hacen referencia a aspectos negativos o futuristas, como los nano-robots, sin que aparezca la parte positiva. En cuanto a su uso para violar nuestra intimidad, eso es algo que ya sucede con la utilización del correo electrónico o los teléfonos móviles. ¿Por qué vamos a gastar recursos en hacer ese desarrollo tecnológico, nano-robots espías, cuando ya se puede espiar a través de las redes? Respecto a su uso para matar a gente de forma selectiva... Eso está aún lejos y se ha utilizado como argumento contra la nanotecnología. Además, el desarrollo de armas también ocurre ya con tecnología que no es nano.
"Hemos 'fabricado' una generación de gente joven acomodaticia, nada revolucionaria, que prefiere chatear online y tuitear a salir a la calle" |
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En otro capítulo lamentas la falta de divulgación en el área de la nanotecnología. ¿Qué consecuencias tiene que la sociedad quede descolgada de este desconocimiento?
No sé si es bueno o malo que la gente tenga información porque no creo que eso cambie el rumbo de las cosas. A veces no importa conocer el aspecto negativo de algo porque se sigue actuando del mismo modo. La gente sabe que el tabaco es nocivo y muchos siguen fumando. Sí es cierto que con la nanotecnología se da una paradoja: es una de las líneas básicas del Horizonte 2020, el programa europeo de investigación para los próximos siete años, y sin embargo menos del 10% de la población en Europa puede dar una definición de lo que es. En España ese porcentaje no llega al 4%. La gente está financiando con sus impuestos algo que no conoce. Dicho esto, ¿le importa a la ciudadanía en un país como España lo que se financia con sus impuestos? A nosotros, el CSIC, los ciudadanos españoles nos están financiando con 450-500 millones de euros al año y mucha gente desconoce qué hacemos en esta institución. Es un problema de la ciencia y la sociedad españolas en general.
"Algunos creen que los científicos deberíamos ser el manillar de la bicicleta, que el rumbo de un país debería estar condicionado por nuestras reflexiones. La ciencia tiene que poner esta racionalidad que falta en el dicurso actual" |
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Otros investigadores apuntan en la misma línea. ¿Hay más asesoramiento científico en otros países?
Sí. Por ejemplo, el plan de nanotecnología que lanzó Clinton contó con el asesoramiento de científicos. Esos grupos de asesores existen en muchos países; aquí, si existen, están ocultos. Hay otra cosa; si entras en la web de la Casa Blanca y accedes a la información sobre política científica y tecnológica, puedes encontrar las líneas clave que tiene el Gobierno de turno en ese ámbito. Es decir, las políticas de ciencia están pensadas para que las entienda el ciudadano. Aquí entras en la web de La Moncloa y encontrar algo similar resulta muy complicado.
¿Por qué nuestros políticos conceden menos importancia a estas cuestiones?
Una de las cosas que te enseña la ciencia es a poner en duda casi todo y a ser crítico. Por eso su enseñanza tiene una gran repercusión sobre la ciudadanía, porque despierta un espíritu crítico. Los científicos analizamos la realidad a partir de datos fiables sobre los que se formulan hipótesis. Eso está lejos de cualquier debate político actual, donde se habla con datos sesgados, inventados o incluso con mentiras. Vivimos en un país en el que la gente está en una desinformación continua porque los medios dan opiniones. En segundo lugar, la ciencia enseña mucho a oír a los demás. Constantemente haces tus resultados públicos para que sean cuestionados o refrendados. En el debate político se defienden las cosas pasionalmente, como si fueran asuntos de club de fútbol o de religión.
Pero no existe determinismo en estas cuestiones, luego...
No. Somos producto de nuestra historia, del peso que ha tenido aquí la religión, de que no haya habido ninguna revolución francesa, del fanatismo y el maniqueísmo. Echamos a los judíos o los obligamos a reconvertirse, perdiendo un bran bagaje científico-técnico; luego echamos a los moriscos, que mantenían la tradición musulmana, y perdimos una fortaleza agrícola terrible. Hemos tomado una serie de decisiones históricas que han condicionado esta forma de ser. Hemos llegado tarde a la revolución industrial, a las reformas agrarias,...
¿Cómo se cambia todo esto?
Creando ciudadanos distintos desde la escuela. Pero si los dirigentes políticos no creen en ese nuevo tipo de ciudadano porque no les interesa, ¿cómo van a promover otros sistemas educativos? Ese es nuestro gran problema. Se cambian cada cuatro años sistemas educativos y no se va al grano: por ejemplo, cómo hacer, entre otras cosas, que la ciencia permee en los ciudadanos sin que la vean como una carga o un aburrimiento. Cómo se genera gente crítica, que aprenda bien idiomas, que sea capaz de hablar en público, que tenga espíritu emprendedor, etc. Los universitarios de hoy arrastran muchos de los problemas que teníamos hace 30 años. Soy muy escéptico porque veo que quien tiene que cambiar esto no va a hacerlo. La población tiene los dirigentes que se merece y estos son reflejo de la sociedad. Pero yo espero tener dirigentes que rompan esa dinámica y sean auténticos líderes.
¿Cómo se rompe ese círculo vicioso?
Desde arriba. Porque desde abajo cuando se ha roto ha sido mediante revoluciones y aquí no estamos por esa labor. Hay seis millones de parados y la gente parece que está tranquila, no hay una convulsión social. Hemos 'fabricado' una generación de gente joven acomodaticia, nada revolucionaria, que prefiere chatear online y tuitear a salir a la calle. Me gustaría que la gente que nos gobierna tenga una visión de Estado, y eso es saber qué es lo que quieres a 20 años vista.
¿Qué papel tenéis los científicos a la hora de promover esos cambios?
Parte de nuestra tarea es concienciar a la gente, además de nuestras investigaciones. ¿Un científico solo debe generar conocimiento o tenemos también que dar consejos, asesorar, indicar un rumbo? Algunos científicos galardonados con el Premio Nobel defienden que nosotros deberíamos ser el manillar de la bicicleta, que el rumbo de un país debería estar condicionado por las reflexiones de los científicos, sobre todo en un mundo cada vez más tecnológico. La ciencia tiene que poner esa racionalidad que falta en el actual discurso. Ese compromiso con la veracidad, la reflexión... Y eso es metaciencia. No se trata solo de hablar de mis descubrimientos sino de cómo pensamos, cómo trabajamos, cómo es un debate científico...
¿Todo investigador debe dedicar una parte de su tiempo a la divulgación?
Sí, aunque esa dedicación depende de tu etapa vital. Pero en un momento dado sí creo que todo el mundo debe hacerlo. Y no me sirve eso de que no todos valen, eso no es cierto. Simplemente requiere una mínima formación y tener interés. Desde el punto de vista de país, no sé si un artículo mío sirve más que dar una charla a 100 chavales y que cinco de ellos salgan más motivados y con una imagen de la ciencia como algo útil, que hay que desarrollar para generar conocimiento con el que fabricar cosas y servicios nuevos, porque si no se los tendremos que comprar a otros.
¿Es complicado compaginar la carrera científica con la vida familiar?
La carrera científica, como cualquier otra profesión vocacional, es muy absorbente, implica pasar muchas horas en el laboratorio, asistir a congresos y llevarse el trabajo a casa o donde uno vaya. Además, se desarrolla en diferentes lugares en las distintas etapas formativas como investigador, y esto hace que el planteamiento de un proyecto de vida en común junto a un científico o una científica requiera una gran dosis de comprensión y paciencia en la familia.
Apartado:
Histórico de Protagonistas de la ciencia