Las partículas atmosféricas más pequeñas repercuten en el desarrollo embrionario
Un trabajo dirigido por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha evaluado el efecto negativo sobre el metabolismo de las partículas atmosféricas de diámetro menor que un micrómetro, también denominadas submicrónicas (PM1). Según el estudio, realizado en peces cebra y publicado en la revista Environmental Pollution, estas partículas son tan pequeñas que pueden atravesar los alveolos pulmonares y entrar en el torrente sanguíneo.
“Los resultados muestran que estas partículas provocan malformaciones en los embriones e insuficiencia cardiaca, efectos que concuerdan con los estudios epidemiológicos realizados hasta la fecha. Además, demuestran que las partículas más pequeñas tienen efectos perniciosos comparables o superiores a las partículas contaminantes de mayor tamaño. Esto refuerza la idea de que se necesita un control más estricto sobre la contaminación por partículas pequeñas”, explica el investigador del CSIC Benjamí Piña, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua.
Actualmente, la legislación establece límites a la contaminación por partículas tomando como referencia las partículas mayores (las PM10), y establece un tope de masa de partículas por metro cúbico de aire. Sin embargo, señala el estudio, en comparación con las PM10, las partículas PM1 tienen mil veces menos masa, menos contenido mineral y mucha más materia orgánica nociva, fundamentalmente hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH) y otros compuestos tipo dioxina.
“Esta combinación de un menor tamaño y una mayor concentración de substancias nocivas hace necesario un control más estricto de las PM1. Por ejemplo, los motores de los coches están preparados para expulsar partículas cada vez más pequeñas y de menor masa, pero que a pesar del menor tamaño pueden tener más compuestos orgánicos dañinos”.
Un experimento de 14 meses
Las muestras de partículas analizadas en el estudio fueron recogidas a lo largo de 14 meses en una estación de muestreo de Barcelona gestionada por el CSIC. Las partículas se retienen en filtros con membranas de diferentes medidas, lo que permite separar las partículas por su tamaño (10, 2,5 y 1 micrómetro). Después, se someten los filtros a un proceso de extracción para separar los compuestos orgánicos (principalmente hidrocarburos aromáticos policíclicos y sus derivados) de la parte mineral.
Los mayores efectos tóxicos en los peces cebra se registraron en muestras recogidas durante los últimos meses de otoño, correspondiendo con el mayor contenido en hidrocarburos aromáticos policíclicos y otros compuestos orgánicos en las muestras de aire.
“Aunque los peces no tienen pulmones, son muy útiles como modelo experimental de toxicidad sistémica, es decir, cuando estos compuestos pasan de los pulmones al torrente sanguíneo y de ahí a todo el organismo. Un adulto respira, de media, de 10 a 20 metros cúbicos de aire al día, con todos sus contaminantes, parte de los cuales pasan a la sangre y, en el caso de una mujer embarazada, llegan al feto”, concluye el investigador.