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La falta de recursos puede dificultar el acceso a alimentos básicos de una dieta saludable

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La falta de recursos puede dificultar el acceso a alimentos básicos como la leche, las frutas y verduras y el pescado. Esta es una de las principales conclusiones que se desprenden de un estudio impulsado por la Fundación Alimerka con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Fundación Cauce y la Universidad de Oviedo. La investigación se ha llevado a cabo en una muestra de 37 personas, 19 hombres y 18 mujeres con edades comprendidas entre los 19 y los 56 años, con el objetivo de evaluar los hábitos nutricionales de los colectivos más desfavorecidos.

Científicos de la Universidad de Oviedo han comparado el consumo de los principales grupos de alimentos y han determinado que las personas con menos recursos ingieren una cantidad significativamente menor de productos básicos en una dieta saludable. Los resultados sugieren que el elevado coste que, en ocasiones, estos productos presentan en el mercado, podría limitar su disponibilidad en personas con dificultades económicas.

Los resultados del estudio, llevado a cabo en el marco de un proyecto global de la Fundación Alimerka y la Universidad de Oviedo para la mejora alimentaria de colectivos vulnerables en Asturias, sitúan a los colectivos más desfavorecidos como más propensos a sufrir patologías crónicas. El 88% de estas personas sufre sobrepeso u obesidad. Según los investigadores, estos resultados “ponen de manifiesto la importancia de efectuar una intervención nutricional”.

Los datos obtenidos en la muestra fueron comparados con los procedentes de un grupo control formado por 35 personas de nivel socioeconómico medio-alto, de la misma edad y con la misma distribución de sexos. En torno al 60% de los sujetos del primer grupo declaró encontrarse en situación de desempleo en el momento de la primera entrevista.

“No se han encontrado diferencias significativas en ninguno de los parámetros sanguíneos evaluados en este estudio, con la excepción de los niveles séricos de glucosa, superiores en la muestra. Sin embargo, sí se ha detectado que un 75% de las personas en situación de privación material presentaban riesgo moderado-alto para la salud, frente al 32% del grupo con más recursos”, detalla la investigadora del CSIC Nuria Salazar.

Mejor ajuste nutricional

No obstante, el grupo estudiado sí presenta un mejor ajuste a los objetivos nutricionales que el grupo con un nivel socioeconómico medio-alto. En primer lugar, su dieta consta de las tres o cuatro comidas recomendadas al día y, por tanto, es suficiente desde el punto de vista proteico-energético y, en segundo lugar, la mayoría consume las vitaminas y minerales necesarios, con las excepción del calcio, el hierro y las vitaminas liposolubles A, D y E.

Las diferencias surgen sobre todo en la calidad de las grasas consumidas, que, aunque están dentro de los valores recomendados, son mejorables en el caso del grupo con menos recursos. “Consideramos que es aconsejable disminuir la proporción de ácidos grasos saturados en favor de los mono y poliinsaturados”, agrega la investigadora de la Universidad de Oviedo Sonia González.

El Instituto de Productos Lácteos de Asturias del CSIC lidera el análisis de la microbiota intestinal de los voluntarios. El conjunto de microorganismos que alberga el intestino desempeña un papel clave en la digestión, en el metabolismo y en la salud. “Debido a que la dieta es una cuestión primordial para la salud, se está analizando si determinados patrones alimentarios pueden alterar el equilibrio microbiano intestinal”, precisa Salazar.

Teniendo en cuenta las recomendaciones de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria de 2004, en la dieta del colectivo estudiado es necesario incrementar la presencia de frutas y verduras frescas, lácteos y aceite de oliva. Por el contrario, como sucede en la mayoría de los países desarrollados, la ingesta de carne y derivados es muy elevada. “Para garantizar un buen equilibrio entre los diferentes grupos de alimentos sería deseable reducir su presencia en la dieta y sustituirla por otros alimentos proteicos como el pescado o los huevos”, concluyen los investigadores.

 

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