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#BIOLOGÍA Y BIOMEDICINA #Genética

Ginés Morata: “En un futuro se podrán manipular ciertos genes y alargar la vida. La sociedad tendrá que decidir cómo hacerlo de forma apropiada”

Ginés Morata lleva casi 50 años investigando la arquitectura biológica de la mosca de la fruta, lo que le ha permitido adentrarse en campos como la regeneración de órganos, el envejecimiento o la formación y el crecimiento de tumores

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Referente mundial en el campo de la biología del desarrollo, el investigador Ginés Morata (Rioja, Almería, 1945) lleva casi 50 años investigando la arquitectura biológica de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster). La genética de este animal modelo le ha permitido adentrarse en campos como la regeneración de órganos,  el envejecimiento o los mecanismos responsables de la formación y el crecimiento de tumores.

Estudió Biología en la Universidad Complutense de Madrid y en 1968 entró como becario en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Antes de obtener en 1976 la plaza de colaborador (puesto ahora conocido como científico titular) en este organismo, Morata amplió su formación investigadora en la Universidad de Oxford y en la Universidad de Cambridge, ambas en Reino Unido. Desde su incorporación al CSIC ha estado siempre vinculado al Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (centro mixto del CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid), donde trabajó en sus inicios junto Antonio García Bellido, primer investigador español en entrar a formar parte de dos de las sociedades científicas más prestigiosas del mundo: la Royal Society de Reino Unido y la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. En los últimos años, Ginés Morata ha emulado a su antaño mentor y ha ingresado también en ambos clubs científicos.

Usted es el segundo español en ingresar tanto en la Royal Society de Reino Unido como en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. ¿Cómo se siente?

Naturalmente, es una gran satisfacción. Son dos instituciones muy exigentes que estudian las contribuciones de cada candidato con mucho rigor; ingresar en ambas supone un reconocimiento internacional importante. 

Ha recibido otros muchos reconocimientos: el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, que compartió con el biólogo inglés Peter Lawrence en 2007; el premio Rey Jaime I de Investigación en 1996; el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal, por la caracterización funcional de genes reguladores en el desarrollo embrionario, en 2002; y el Premio México de Ciencia y Tecnología en 2004, entre otros. De los galardones que le quedan por recibir a lo largo de su carrera, ¿cuál le haría más ilusión?

La verdad es que estoy muy satisfecho con haber obtenido todos esos premios y me siento suficientemente reconocido tanto en España como en el extranjero. Si no recibo ningún premio más estaré igual de satisfecho. He estado trabajando en lo que me apasiona durante 50 años y ese es un premio muy importante.

Su carrera científica ha estado siempre relacionada con el estudio de la mosca de la fruta. ¿En qué nos parecemos los humanos y las moscas?

La mosca del vinagre ha sido durante el siglo XX y lo que va del XXI el organismo animal en el que se han descubierto relevantes aspectos de la genética y el desarrollo de los animales, y se han desarrollado tecnologías muy poderosas para estudiar la función de los genes en los procesos vitales. Uno de los descubrimientos destacados de finales del siglo XX ha sido el hallazgo de que todos los animales tienen un alto grado de similitud genética; en el caso concreto de la mosca del vinagre, su genoma tiene aproximadamente un 65% de similitud con el de la especie humana. Esto permite estudiar en las moscas muchos genes, también presentes en humanos, relacionados con aspectos importantes de la biología o la enfermedad humana.

¿Cómo pueden aplicarse en humanos los resultados obtenidos en moscas?

Los experimentos en estos insectos permiten analizar la función detallada de muchos genes que causan enfermedades en los humanos. Esto está permitiendo entender mejor las causas de muchas patologías: cáncer, Alzheimer, ataxias, etc. Sin duda, ayudará a buscar remedios que curen o mitiguen la enfermedad.

Otra de las grandes líneas de trabajo de su carrera científica han sido los denominados genes Hox. ¿Qué son y para qué sirven?

Los genes Hox son genes de alto rango que determinan el desarrollo de cada órgano del cuerpo en su sitio correspondiente. Son los responsables del diseño de la estructura tridimensional del cuerpo y aseguran que cada estructura se desarrolle en la posición adecuada, por ejemplo, que el cerebro esté en la parte anterior, los ojos estén en la cabeza, el corazón esté en el pecho, etc. Nosotros originalmente los descubrimos en la mosca del vinagre pero posteriormente se demostró que están presentes y funcionan de la misma forma en todas las especies animales, incluida la especie humana.

En algunas entrevistas publicadas en prensa recientemente ha hablado de longevidad y ha comentado que “la muerte no es un proceso biológico inevitable”. ¿Cómo de lejos estamos los humanos de poder vivir indefinidamente?

El asunto es que en organismos como el gusano nematodo y la mosca del vinagre se han identificado genes relacionados con el proceso de envejecimiento y, al modificarlos, se logra alterar sustancialmente la duración de la vida de estos animales. Como estos genes también están presentes en la especie humana, se puede especular que manipulando los genes humanos de la misma forma se podría alargar la vida de las personas. Conceptualmente la idea es correcta, aunque las técnicas que se han aplicado en la mosca y en el gusano no serían aplicables en el cuerpo humano por razones metodológicas y éticas. Pero se puede pensar que en un futuro, quizás no muy lejano, se podrán manipular estos genes y alargar la duración de la vida de las personas. Se trata de un asunto de enorme calado social; la sociedad tendrá que decidir cómo utilizar estas nuevas tecnologías de forma apropiada.

¿Y de la regeneración de órganos o extremidades, como hacen algunos animales?

Este es también un asunto de gran interés científico y con evidentes implicaciones en biomedicina. Hay organismos, algunos anfibios y reptiles, por ejemplo, que muestran una gran capacidad de regeneración. Son capaces de regenerar una extremidad amputada. Sin embargo, los mamíferos hemos perdido esa capacidad, a pesar de que nuestras células tienen la información necesaria para construir cualquier parte del cuerpo. Se trataría, por así decirlo, de convencer a algunas células para que regeneren un órgano dañado o amputado. En los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento de los mecanismos de regeneración y de los genes involucrados.

Desde hace unos años se habla de la tecnología de edición genética CRISPR como posible candidata al Premio Nobel. ¿Qué le parece? ¿Es el momento o aún tendría que pasar más tiempo para ver las implicaciones con mayor perspectiva?

La tecnología CRISPR/Cas es tremendamente poderosa, ha dado lugar a una verdadera revolución en el área de la manipulación génica y tiene un gran potencial en biomedicina. Sin duda que es merecedora del Premio Nobel.

¿Usa CRISPR en su laboratorio?

Aún no la hemos usado, no nos ha hecho falta, pero su utilización no plantea problemas; muchos de los laboratorios de nuestro instituto la usan.

¿De los avances conseguidos a lo largo de su carrera científica, de cuál se siente más orgulloso?

Es difícil de decir; quizás mi preferido sea la demostración de la organización genética del complejo bithorax (parte del complejo Hox). Propusimos un modelo muy novedoso de cómo se estructuran y funcionan estos genes, un modelo radicalmente diferente del modelo al uso. Originó una controversia, sobre todo con los colegas norteamericanos, pero finalmente se demostró que nuestro modelo era correcto.

¿En qué se encuentra trabajando ahora? ¿Cuáles son sus próximos retos?

Estamos estudiando los mecanismos genéticos que producen trasformaciones tumorales en la mosca de vinagre. Para ello manipulamos genes que están presentes en el genoma humano y que sabemos que en forma mutante también producen cáncer en pacientes humanos. Esperamos que lo que estamos descubriendo pueda ser de utilidad para entender mejor el cáncer y contribuir a curar o mitigar la enfermedad.

Marta García Gonzalo / CSIC Comunicación

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